Este trabajo creado para espacios no convencionales, nace por un lado desde el deseo interno de seguir buscando en lo simbólico, y por otro de la confianza; Natalia me llamó para proponerme contar una historia a unas personas desconocidas, y ese acto de fe, siempre me llena de gratitud y voluntad para emprender viaje.
Como siempre parto de una suerte de referencias borrosas y movimientos que no juzgo. Confío y, los pongo por delante, me quito del medio. Los gestos, movimientos aislados en el cuerpo, son pequeñas islas dentro de otras. Movilidad que rota y que descubre una imagen desde casi todos sus ángulos.
Este trabajo creado para espacios no convencionales, nace por un lado desde el deseo interno de seguir buscando en lo simbólico, y por otro de la confianza; Natalia me llamó para proponerme contar una historia a unas personas desconocidas, y ese acto de fe, siempre me llena de gratitud y voluntad para emprender viaje.
Como siempre parto de una suerte de referencias borrosas y movimientos que no juzgo. Confío y, los pongo por delante, me quito del medio. Los gestos, movimientos aislados en el cuerpo, son pequeñas islas dentro de otras. Movilidad que rota y que descubre una imagen desde casi todos sus ángulos.
Aquí una figura sin rostro, se mueve buscando a través del espacio algo que no sabemos qué es. Su cuerpo, que se contornea en caminos invisibles, parece chocar contra otros gestos, ideas, densidades… va construyendo a sí mismo, en un camino que aunque accidentado, le conforma, como las líneas de su rostro que nunca veremos.
Inspirado en imágenes de calles de India, un febrero de 2020.